28.04.2024 |
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Las conjuraciones de Catilina

El Gobierno y muchos comentócratas sostienen que el Tribunal Constitucional no puede imponer límites al Parlamento porque la soberanía popular reside en el Congreso. Mentira. La soberanía popular reside en el pueblo, que lo delega en las Cortes, en el Poder Judicial y en el Gobierno, obligados por la Constitución.

Constitución.
Constitución.
Las conjuraciones de Catilina

Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? fue la frase pronunciada por Cicerón, famosa por ser la primera oración de la Primera Catilinaria. ¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia? Cuando la pronunció ante el Senado romano, el cónsul Cicerón ya tenía la lista de los que iba a mandar detener, incluido el propio Catilina.

El presidente Pedro Sánchez y su portavoz parlamentario, Felipe Jesús Sicilia, afirmaron el jueves, desde solemnes tribunas, que hay en marcha en España un Golpe de Estado, y un centenar largo de diputados aplaudieron y se reían con gestos de clara imbecilidad. Me he despertado buscando la lista de los golpistas detenidos, como cuando se desarticularon hace cuarenta años la Operación Galaxia y tantas otras. Las redadas de los delincuentes suelen producirse de noche (Cicerón otra vez)

Nada. Pedos. Este Gobierno, o es un mentiroso (y no hay un golpe de Estado en marcha); o es un inútil, incapaz de detener a los golpistas, o es las dos cosas a la vez y la misma cosa, y entonces no me merece más que desprecio, pena, miedo... Que el portavoz Sicilia y el presidente Sánchez comparen la actual deriva parlamentaria y política, que es grave pero no seria, con los golpes de Estado de Franco en 1936, que derivó en una terrible guerra incivil, medio millón de muertos y en cuarenta años de dictadura inmisericorde, y la asonada del coronel Tejero y otros conmilitones, es una barbaridad que lo único que demuestra es que tales diputados son o unos ignorantes, o unos desaprensivos. Esas comparaciones no se hacen ni en broma.

Un poco de teoría e historia de España

El Gobierno y muchos comentócratas sostienen que el Tribunal Constitucional (TC) no puede imponer límites al Parlamento. También creen que «la soberanía popular reside en el Congreso» (dixit Patxi López). Incierto. La soberanía popular reside en el pueblo, que lo delega en las Cortes, en el Poder Judicial y en el Gobierno (incluidos los Gobiernos autonómicos, los ayuntamientos, las juntas vecinales…). Claro que el Tribunal Constitucional puede (y debe) imponer límites al Parlamento si éste se extralimita. Lo ha hecho ya en varias ocasiones, una vez, que recuerde, a petición del PSOE y otra, a instancias del PP. Callado está dicho que el TC solo podrá imponer los límites (lo hizo en 2017 al Parlamento catalán) que se deriven de la Constitución, por extensión de los derechos fundamentales de los ciudadanos. Tampoco el TC puede extralimitarse. 

Artículo 9.1 de la Constitución: «Los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico». El TC debe, por tanto, actuar cuando cualquier poder rebase los límites constitucionales. Es más (art. 87 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional), «todos los poderes públicos están obligados al cumplimiento de lo que el Tribunal Constitucional resuelva». Por poca memoria que se tenga, hay que ver cómo cacarearon estos principios básicos todos los partidos no independentistas cuando el Parlamento catalán quiso proclamar la independencia de Cataluña, suspender su Estatuto de Autonomía, cerrar el Parlamento autonómico y organizar un referéndum. El Constitucional mandó a parar y, como desobedecieron con violenta contumacia, se han pasado, sus líderes, unos cuantos años en la cárcel por evidentes delitos de sedición, malversación y desobediencia al TC.

Cuando los parlamentos cortaban cabezas de rey

Se decía antaño que el Parlamento inglés lo podía todo, menos convertir a un hombre en mujer. Eso fue en el siglo XIX, con la democracia liberal, en la que un Parlamento nacional tenía incluso el poder de mandar cortarle la cabeza a un rey (también lo hizo la Asamblea francesa, que incluso guillotinó a la reina), o condenar a una persona a la muerte sin juicio alguno. Desde entonces, se han hundido, afortunadamente, aquel liberalismo sin derechos humanos (en el que el que podía empujaba, y el que no, se estrujaba: esclavos, mujeres, obreros…); hemos superado terribles totalitarismos fascistas, comunistas, nazis o, a su mal manera, también un totalitarismo nacionalcatólico, todo ello con el precio de terribles guerras y cien millones de muertos. En fin, «ni siquiera los poderes democráticos se sitúan por encima de la Constitución, que se erige en límite insalvable a la tiranía de la mayoría» (James Madison, cuarto presidente de los EEUU, citado el jueves en el digital The Objective por el profesor de Derecho Constitucional, Sánchez de Pazos Peigneux).

La intervención del Constitucional donde un parlamento vulnera conscientemente los derechos de los parlamentarios no sólo es posible sino necesaria. Hay tiranía de unos grupos parlamentarios sobre los demás cuando se usa un mecanismo reglamentario tramposo, como es reformar leyes orgánicas mediante enmiendas a una proposición de Ley de reforma del Código penal sobre los delitos de sedición y malversación (ni siquiera se está tramitando un Proyecto de ley del Gobierno en turno). Semejante subterfugio jurídico ya ha sido prohibido, insisto, por el TC en el pasado por «vulneración de los derechos fundamentales de los parlamentarios de la oposición». Diputados y senadores del PSOE y Ciudadanos invocaron esa jurisprudencia frente a la Mesa del Parlamento catalán en 2017. Aquella vulneración ha sido confirmada recientemente por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. ¿Desconocen esta doctrina constitucional el Gobierno y la oposición? Cuesta creerlo. Tanto el PSOE como el PP han ganado recursos en ese sentido. Otra cosa es si el TC puede tomar una decisión a priori, es decir, antes de que el Congreso y el Senado aprueben la proposición de ley presentada atropelladamente por el PSOE y Podemos. Mi opinión es que sí, pero el lunes lo veremos, con sus argumentos. Aburre poner ejemplos. Espero que el lector ya los conozca. Los portavoces de los partidos y los ministros del Gobierno, incluido su arriesgado presidente (lo del riesgo que corre lo dice él mismo, sin explicarse cuáles son, y para cuándo), que trabajen un poco, señorías, para desasnarse o para dejar de mentir tan descaradamente. Estoy dispuesto a soportar una mentira inteligente; incluso las admiro. Me repatean las mentiras bobas. Como ha dicho el presidente de CastillaLa Mancha, Emiliano García-Page, ¡dejen de tomarnos por tontos, pardiez!

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