28.04.2024 |
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Bellas palabras

Bellas palabras

De nuevo hay que rendirse a la evidencia de que no hay otra como la perfecta maquinaria socialista a la hora de establecer discursos. Todos y cada uno de los miembros del Gobierno o del grupo parlamentario que han hablado en los últimos días pronuncian las mismas palabras. Todas ellas bellas palabras: generosidad, convivencia, concordia... y todos ellos referidos a la amnistía aunque sea un término prohibido en el lenguaje socialista.

Generosidad, convivencia, concordia. No vale pervertir el lenguaje. Dar a las palabras en alcance que en realidad no tienen cuando de política se trata.

Con esta terminología se establece una ecuación según la cual quien, con argumentos razonables, se opone a la amnistía de políticos y no políticos que objetivamente vulneraron la Constitución y por consiguiente sus obligaciones constitucionales y estatutarias, es un ser rácano, vengativo, incapaz de tener buenos sentimientos. Quien no es generoso no es buena gente, eso es obvio pero aquí no se habla de generosidad, se habla de necesidad de siete votos, de manera que no se trata de generosidad sino de cálculo político.

Convivencia es el valor principal de una democracia. La convivencia consiste, entre otras cosas, en aceptar y respetar al otro como es. Sin embargo, sin ley no hay convivencia. Sin ley el más fuerte siempre gana. Sin ley una democracia se convierte en otra cosa y sí, convivencia, sí pero con todos y en estos momentos ese todos ha pasado a segundo plano. Se trata, por encima de todo, de convivir con aquellos que de acuerdo con las últimas elecciones suman en torno al cinco por ciento del total de los votos. Y sí, hay que convivir con ellos pero ese deseo, esa convicción debe ser de ida y vuelta y, hasta él momento, el independentismo catalán sólo ha demostrado su afán de conseguir sus propósitos a cambio de nada; bueno sí, a cambio de siete votos.

Concordia es el resultado de una convivencia pacífica sujeta a la ley y en Cataluña, por parte del independentismo, no se ve afán alguno en esta concordia. Aprietan y aprietan para hacer valer sus indispensables votos para que Pedro Sánchez sea, de nuevo, presidente del Gobierno. En aras de esta concordia no renuncian a dar plantón al Rey en el turno de consultas, ni de quemar banderas españolas, ni de amedentrar a los estudiantes no independentistas, ni de incumplir las sentencias de los tribunales. Y se pide concordia.

Son bellas palabras que no pueden conducir al engaño. No hay generosidad, sino necesidad. Se aboga por la convivencia pero no hay una palabra de afecto a quienes hoy en Cataluña no son independentistas y, ni mucho menos, a los millones de españoles que ven con preocupación la anunciada amnistía.

Y para que haya convivencia y concordia hay que cambiar los modos y maneras en las que se hace política plagada, en estos momentos, de desprecios, adjetivos y humillaciones innecesarias al adversario y a quienes en público se oponen a los planes de quienes desde hace muchas, muchas semanas, están organizando una investidura que saldrá adelante porque además de cesiones hay un pegamento tan fuerte o mas que las reivindicaciones de unos y otros y que no es otro que la derecha no alcance el poder, admitiendo, desde luego, que VOX no lo pone fácil. Más bien todo lo contrario.

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