28.04.2024 |
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Candidato Sánchez

Candidato Sánchez

En la España políticamente minada por la demagogia, el narcisismo y el encanallamiento hemos oído al candidato Sánchez reclamando el cese de las hostilidades en modo bronca tabernaria y pedradas de ida y vuelta a uno y otro lado de la barricada.

Mal momento eligió el presidente en funciones para apelar al juego limpio cuando está tan reciente el salto a la fama de tres amigos suyos: Luis Rubiales, el del poder en la entrepierna; Óscar Puente, el diputado que blasfemó en el templo de la palabra, y el concejal Daniel Viondi, que cacheteó sin consentimiento al alcalde de Madrid.

No es creíble la apuesta por "desterrar el insulto y la descalificación de la disputa política". En cambio, va sobrada de verosimilitud la perturbadora insinuación de que el proceso pacificador de Cataluña, ya iniciado con el perdón de las penas por los delitos cometidos por los independentistas en 2017 (indultos), va a completarse ahora con el olvido de que realmente se cometieron aquellos delitos contra el vigente orden constitucional. O, sea, amnistía, pero sin nombrarla.

El presidente en funciones había prometido transparencia en sus planes para reconquistar la Moncloa. Pero esa palabra (amnistía) no salió de su boca. La eludió en su primera aparición pública después de su paso por Zarzuela, donde el Rey le encargó la formación de Gobierno si consigue ser investido en el Congreso de los Diputados.

Sin embargo, declaró llegada la "hora de la política y de la generosidad". Nada nuevo, por otra parte. En realidad es volver a clavetear la idea de que su venidero Gobierno continuará avanzando en la tarea pacificadora del llamado conflicto catalán, dejando implícitamente claro que no contempla la repetición de elecciones, aunque sus pregoneros agiten ese espantajo como herramienta negociadora.

El problema es que, en la opinión pública y el tejido institucional, con más o menos sordina, crece el estupor ante lo que parece una apuesta por llevar al BOE la "desjudicialización" del "proces" sin que los afectados por el "olvido" hayan renegado de la unilateralidad. Bien al contrario, dicen que volverán a intentarlo por las malas si el Estado no acepta un referéndum de autodeterminación por las buenas. En esas condiciones, la amnistía no sería una herramienta para resolver un conflicto. Se convertiría en reproche a la democracia del 78, lo mismo que la amnistía del 77 fue un reproche a la dictadura de Franco.

Personalmente suscribo unas declaraciones del exvicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, ante la posibilidad de una ley de amnistía a los líderes del "proces": "Esta situación no puede durar porque el amor a la libertad y a la democracia anida en el corazón de muchos socialistas".

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