27.04.2024 |
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Alcaraz, en la campaña

Alcaraz, en la campaña

Que nadie tome el rábano por las hojas a la vista del título que encabeza la columna. No dice "Alcaraz en campaña", aunque también podría decirlo a sabiendas de su impacto en los millones de españoles llamados a las urnas del domingo próximo. Solo en esa perspectiva sostengo que "Carlitos" Alcaraz (así prefiere que lo llamen) ha entrado en campaña con una alegre propuesta por la España orgullosa de haberse conocido a través de glorias deportivas como la de nuestra nueva estrella del tenis.

El flamante triunfador de Wimbledon ha hecho campaña por la España cotidiana de millones de españoles con hambre de estabilidad y sin ganas de meterse en líos. Y ha barrido frente a quienes se queman en extemporáneos debates sobre teatralizadas alarmas antifascistas, absurdos concursos en el arte de mentir más y mejor, las distintas modalidades de feminismo pret a porter, la foto amarillenta de Feijóo con un ex contrabandista de tabaco o el "falcon" de Sánchez.

De toda esa charca nos distrajo el domingo pasado el ya grande Carlos Alcaraz, como deportista, como persona, tan elegante en la victoria como elegante en algunas derrotas anteriores (pocas, es verdad, por eso es el número uno del mundo). Honor y gloria a quien nos ha hecho recuperar sensaciones de la década prodigiosa, aquella que deslumbraba en varios deportes a nivel mundial, encumbrada sobre los nombres de Andrés Iniesta, Fernando Alonso, Rafa Nadal, Pau Gasol, Carolina Marín, etc.

El murciano Alcaraz es el botón de muestra de la generación que de niño se deslumbraba con los mencionados y ahora puede ser pionero de una nueva oleada de triunfadores. De ahí la doble satisfacción porque la imagen del Rey, rostro visible de esa España cotidiana que sobrevive a los cambios de ciclo en la política nacional, venga asociada a la gesta deportiva del domingo en Londres a través del impacto gráfico del abrazo con Felipe VI al término del partido.

Pero toca volver a la carrera de sacos con la meta colocada en el recuento de la ya inminente noche electoral. En el último tramo de una campaña para olvidar nos aturde el ruido del quinielismo político-mediático que se construye con materiales tan líquidos como las expectativas y las sensaciones, inevitablemente interesadas a uno y otro lado del muro que separa al titular Sánchez del aspirante Feijóo.

Digo expectativas y sensaciones y no propuestas contenidas en programas que nadie lee, ni siquiera sus abajo firmantes. Lo demás es un insoportable cruce de intenciones procesadas al gusto de los procesadores. Incluidas las intenciones teóricamente basadas en encuestas, por lo general coincidentes con las intenciones o los deseos de quienes las encargan con el propósito de generar estados de opinión. De ahí que estén prohibidas en vísperas de la jornada electoral.

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